11 de mayo de 2011

La obra de Gilles Lipovetsky,

                                                                     Gilles Lipovetsky

(París, 1944) Filósofo francés de origen polaco. Profesor de Filosofía en la Universidad de Grenoble, en 1983 publicó su obra principal, La era del vacío [1], que versaba sobre lo efímero y lo frívolo. El ensayo fue acogido en Francia con una fuerte polémica, aunque ciertos sectores lo saludaron como una especie de lema o paradigma que reflejaba a la perfección el mundo contemporáneo, visto como pura evanescencia.

En esta obra articula conceptos fuertes, que le han proporcionado la reputación intelectual que tiene: proceso de personalización, destrucción de las estructuras colectivas de sentido, hedonismo, consumismo, tensiones paradójicas en los individuos y en la sociedad civil, la seducción como forma de regulación social, rechazo de la violencia política y aumento de la consideración ciudadana de los valores esenciales de la democracia.

La tesis principal defendida por Lipovetsky es que el filósofo tradicional ha permanecido demasiado tiempo encadenado a formas irreales y apartado de la realidad cotidiana de su propio tiempo, al modo del prisionero platónico, razón por la cual se ha apartado de los intereses vitales de una sociedad caracterizada por la cultura de masas. En oposición a esta tendencia escapista, Lipovetsky propone volver los ojos a la realidad concreta, es decir, al estudio de los fenómenos masivos y efímeros propios de la era contemporánea.

El eje central de la obra de Gilles Lipovetsky es el análisis del paso de la modernidad a la hipermodernidad en las sociedades desarrolladas.

En su segundo trabajo, El imperio de los efímero. La moda y su destino en las sociedades modernas [1], publicado en 1987, Lipovetsky desarrolló un amplio estudio sobre la moda, enfocado desde una perspectiva histórica, en el que intentó explicar la influencia de los cambios en los gustos de la moda en el sentido de la tolerancia y el relativismo en los valores, factores dominantes del individualismo del presente, que lo han convertido en un intelectual globalizado con una inmensa capacidad de convocatoria.

También es autor de los ensayos: El lujo eterno, El crepúsculo del deber, La tercera mujer, Metamorfosis de la cultura liberal, Los tiempos hipermodernos, La felicidad paradójica y La sociedad de la decepción.

Cuando Lyotard acuña el concepto de ‘postmodernidad’ [2] a finales de los años setenta y escribe que ya “se han acabado los grandes relatos”, se observa en la sociedad desarrollada una sensación de liberación de los cánones de la modernidad. El “narciso” cool, individualista y consumista que tan bien retrata Lipovetsky en La era del vacío y en El imperio de lo efímero es un ser optimista en su gozo, un individuo que vive el presente, y que se olvida del pasado y que carece de preocupación por el futuro.

Sin embargo veinte años después, esa euforia de los años postmodernos ya no es la misma. En Los tiempos hipermodernos [3], Lipovetsky previene al lector del fin de la euforia. El hedonismo del presente que caracterizó la era de los ochenta ya no existe. En la hipermodernidad, se ha extendido el desempleo, la preocupación por la salud, las crisis económicas y un largo sinfín de virus que generan ansiedad individual y tensión colectiva se han introducido en el cuerpo social.

Hoy la Europa de los 70 y 80 no es la misma, después de las crisis económicas, después de los problemas de la inmigración y de la crisis de identidad y de pertenencia por la caída de la cortina de hierro. En Norte América con otras variantes generadas por la crisis de la postguerra de Viet Nam, del 11 de Noviembre y de la juventud que regresa de participar en las aventuras en Irak y Afganistán, la sociedad ha entrado en una vorágine de ansiedad colectiva.

Para Lipovetsky el desarrollo de la globalización y de la sociedad de mercado ha producido en estos años nuevas formas de pobreza, marginación, precarización del trabajo y un considerable aumento de temores e inquietudes de todo tipo. Sin embargo, la sociedad hipermoderna no ha supuesto la aniquilación de los valores. Al contrario, el hedonismo ya no estimula tanto, la extrema derecha no ha tomado el poder y el conjunto de la sociedad no ha caído en desviaciones xenófobas y nacionalistas.

La dinámica de la individualización personal no ha supuesto que la democracia pierda firmeza o se aleje de sus principios humanistas y plurales. Los derechos humanos siguen constituyendo uno de los principios morales básicos de la democracia. La dinámica del individualismo refuerza, en opinión de Lipovetsky, la identificación con el otro. El culto al bienestar conduce, aunque parezca paradójico, a que los individuos sean más sensibles al sufrimiento.

La producción de bienes se centra en las personas, como es el caso del teléfono móvil y las Lap Top y los diversos instrumentos de la parafernalia de las redes sociales que valoran al individuo. Las culturas de clase se vienen erosionando, ya que estas se hacen menos legibles y la pertenencia a un grupo social no determina ya los modos de consumo.

En la sociedad hipermoderna el peligro no viene por algo que precisamente la caracteriza, lo que Lipovetsky denomina hiperconsumo. “Cuanto más se impone la comercialización de la vida, más celebramos los derechos humanos. Al mismo tiempo, el voluntariado, el amor y la amistad son valores que se perpetúan e incluso se fortalecen”. El peligro viene para Lipovetsky de otra parte. Procede de lo que él denomina una inquietante fragilización y desestabilización emocional de los individuos.

La debilidad de cada individuo tendría su origen en el hecho de que cada vez estamos menos preparados para soportar las desgracias de la existencia, y ello no porque el culto al éxito o al consumo provoque esa fragilidad, sino porque las grandes instituciones sociales han dejado de proporcionar la sólida armazón protectora que las caracterizaba. Esto explicaría la ola de trastornos psicosomáticos, las depresiones y las demás angustias con las que las diferentes industrias que producen psicofármacos se enriquecen.

En la arquitectura de La felicidad paradójica [4], cuyo subtítulo es enormemente significativo –Ensayo sobre la sociedad de hiperconsumo-, aparece de un nuevo arquetipo social, el hiperconsumidor, un ser que ya no desea sólo el bienestar, lo que ahora anhela es armonía, sensación de plenitud, felicidad y sabiduría. Dicho hiperconsumidor es la consecuencia, según Lipovetsky, del desarrollo de las tres etapas a través de las cuales se despliega la sociedad contemporánea.

La primera de ellas, comprendida entre 1880 y la Segunda Guerra Mundial, marca el inicio de la sociedad de consumo. Son los años de la producción a gran escala y de la puesta a punto de las máquinas de fabricación continua que producen bienes con vocación de durabilidad.

Para su desgracia, el hiperconsumidor se apoya tanto en sus emociones que éstas no acaban nunca de ser satisfechas, y la experiencia de la decepción asoma y amenaza a distintas capas de la sociedad.

En torno a 1950 es cuando se inicia el nuevo ciclo histórico de las economías de consumo. En esta segunda etapa, la capacidad de producción aumenta tanto que se genera una mutación social que da lugar a la aparición de la sociedad de consumo de masas. Se abren supermercados, centros comerciales, hipermercados y, aunque de naturaleza básicamente fordista, el orden económico se rige ya en buena medida por los principios de la seducción y de lo efímero. En este período se vienen abajo las antiguas resistencias culturales y se expande la sociedad del deseo.

En la tercera etapa, la vida de las sociedades desarrolladas no hace sino acumular signos de placer y felicidad. En este estado de cosas la cultura del consumo promete felicidad y evasión de los problemas. La producción de bienes se centra en las personas, como es el caso del teléfono móvil. Las culturas de clase se erosionan, se hacen menos legibles y la pertenencia a un grupo social no determina ya los modos de consumo. Sin embargo –y ahí aparece la paradoja anunciada en el título de esta obra- el hiperconsumidor se vuelve desconfiado e infiel. Ya no sigue sólo a una marca, ahora entra en internet y compara, analiza, reflexiona y orienta sus deseos hacia lo que más le gratifica.

Para su desgracia, el hiperconsumidor se apoya tanto en sus emociones que éstas no acaban nunca de ser satisfechas, y la experiencia de la decepción asoma (del análisis de la decepción se ocupó el siguiente libro de Lipovetsky aparecido en Francia --La société de déception (2006) [5] y amenaza a distintas capas de la sociedad. Jóvenes violentos, ancianos desprotegidos o inmigrantes son las entidades colectivas sobre las que el autor reflexiona.

Para Lipovetsky la entidad que promete la felicidad del ciudadano no es la democracia sino el capitalismo consumista. Aún así, el capitalismo siempre tiene enemigos; hoy día se puede señalar el voluntariado, las ONG, el ecologismo responsable, la idea del comercio justo y la del desarrollo sostenible. El mercado ha conseguido transmutar los valores y los sentimientos, pero no comercializarlos del todo.

Desde este análisis y desde los excesos del hedonismo del capitalismo de consumo, Lipovetsky predice una mutación cultural que debería de revisar la importancia de los goces inmediatos y contener el frenesí consumista.

Esto que se plantea para el desarrollo, en la carencia, es más dramático, ya que el consumo toma la forma de una satisfacción alucinatoria asociada a un discurso estructurado de signos, tal como Baudrillard alude a la sensación lúdica de traspasar la necesidad para dejarse perder en la virtud del espectáculo y de la escenificación.

[1] La era del vacío: Ensayo sobre el individualismo contemporáneo, Ed. Anagrama, 1986
[2] El imperio de lo efímero: La moda y su destino en las sociedades modernas, Ed. Anagrama, 1990
[3] Lyotard,  Jean-François. La condición posmoderna: Informe sobre el saber (La Condition postmoderne: Rapport sur le savoir. 1979).
    J.Baudrillard, J.Habermas, E. Said y otros. La posmodernidad. Kairós, 2000.
    G. Vattimo, J. M. Mardones, I. Urdanabia... [et al.]. En torno a la posmodernidad. Anthropos. Barcelona. 1990.
    Jürgen Habermas. El discurso filosófico de la modernidad, en El pensamiento pos metafísico. Taurus. Madrid, 1990.
    Perry Anderson. Los orígenes de la posmodernidad. Anagrama. Madrid, 2000.
[4] Lipovetsky, Gilles: Los tiempos hipermodernos,  (Anagrama, 2006)
[5] Lipovetsky, Gilles: La felicidad paradójica. Ensayo sobre la sociedad de hiperconsumo (Anagrama, 2007)

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