Resumen de su obra
Aunque la filosofía, es una contemplación de los seres y no es un medio, para alcanzar algún fin práctico, sin embargo, ella nos es muy útil, porque nos hace más libres y más hombres, pues nos libra de la esclavitud de la técnica y nos conduce a la reflexión. Además la filosofía nos da amplitud de miras en esta época de cientificismos especializados, en cierto modo indispensables hoy, pero que nos pueden dejar una mirada miope y aún incompleta de la vida. Finalmente ésta nos prepara, para la lucha ideológica, suministrándonos el arma con que nos orientamos y podemos orientar a los demás.
S.E.M
n.b. Empleo el nombre inglés y la referencia en latín como lo indica la Enciclopedia Stanford
VIDA Y OBRA
Nacido en Duns (Lothian), ingreso en la orden de los franciscanos y estudió en las universidades de Oxford y París. Más tarde impartiría clases en ambos centros sobre los Cuatro libros de sentencias, el manual de teología básico escrito por el italiano Pedro Lombardo. En 1303 abandonó París por negarse a apoyar al rey de Francia, Felipe IV el Hermoso, en la disputa que éste mantenía con el papa Bonifacio VIII con motivo de la bula Unam sanctam (1302). Después de un breve exilio regresó a la capital francesa, donde enseñó hasta 1307. A finales de ese año fue enviado a Colonia, en cuya universidad profesó hasta su fallecimiento, ocurrido el 8 de noviembre de 1308.
Sus escritos más importantes son las dos colecciones de Comentarios sobre las Sentencias y los tratados Cuestiones quodlibetic, Cuestiones sobre metafísica y Sobre el principio primero. A causa de su intrincado pero hábil método de análisis, en concreto en su defensa de la doctrina de la Inmaculada Concepción (que el papa Pío IX definió como dogma de la Iglesia católica en 1854), se le conoce como Doctor Subtilis (Doctor Sutil).
PENSAMIENTO
Duns Scot analizó con precisión los conceptos de causalidad y posibilidad en un intento de establecer una prueba rigurosa de la existencia de Dios, el ser primero e infinito. No obstante, mantenía que para conocer la verdad en toda su amplitud y cumplir con el propio destino eterno, el individuo no debe limitarse a hacer uso de las intuiciones derivadas del conocimiento natural o de la filosofía, sino que también debe intentar conocer y aceptar la revelación divina.
La revelación complementa y perfecciona el conocimiento natural y, en consecuencia, no puede haber contradicción entre ellos. Para Duns Scot, teología y filosofía son disciplinas distintas y separadas; sin embargo, se complementan, porque la teología recurre a la filosofía como una herramienta. En su opinión, el interés primordial de la teología es Dios, considerado desde el punto de vista de Su propia naturaleza, mientras que la filosofía sólo apela a Dios en la medida en que Él es la causa primera de las cosas. Al considerar la naturaleza de la teología como una ciencia, sin embargo, se apartó de forma clara de su precursor, santo Tomás de Aquino.
Mientras éste definía la teología, primero y ante todo, como una disciplina especulativa, Duns Scot abordaba la teología como una ciencia práctica, interesada en cuestiones teóricas sólo en la medida en que éstas se plantean como fin el salvar almas a través de la revelación.
Argumentó que mediante la fe una persona puede conocer con absoluta certeza que el alma es incorruptible e inmortal; la razón puede argumentar con verosimilitud la existencia de tales cualidades del alma, pero no puede probar que existan con exactitud.
Al igual que santo Tomás, Sscot fue un realista de la filosofía, pero se distinguía de éste en ciertas materias básicas. El principal punto de diferencia entre ellos está relacionado con sus ideas de la percepción. Duns Scot mantenía que una comprensión directa, intuitiva, de las cosas concretas se obtiene tanto a través del intelecto como de los sentidos. Aquino, por su parte, sostenía que el intelecto no conoce por sí mismo la singularidad de las cosas materiales sino sólo las naturalezas universales abstraídas a su vez de las percepciones.
Al igual que santo Tomás, Sscot fue un realista de la filosofía, pero se distinguía de éste en ciertas materias básicas. El principal punto de diferencia entre ellos está relacionado con sus ideas de la percepción. Duns Scot mantenía que una comprensión directa, intuitiva, de las cosas concretas se obtiene tanto a través del intelecto como de los sentidos. Aquino, por su parte, sostenía que el intelecto no conoce por sí mismo la singularidad de las cosas materiales sino sólo las naturalezas universales abstraídas a su vez de las percepciones.
Duns Scot afirmaba que los universales no tienen una existencia separada de la mente humana, sino que cada cosa separada o “singular” posee una naturaleza distinta hacia el exterior que comparte con otras cosas de la misma clase. Este hecho, pensaba, suministra el fundamento objetivo de nuestro conocimiento sobre las verdades esenciales. Siguiendo la tradición franciscana establecida por el teólogo italiano san Buenaventura, recalcó la primacía de la libertad humana y de los actos de amor sobre el intelecto. Evitaba una visión arbitraria o voluntarista de los actos de Dios, aunque advertía al mismo tiempo que la existencia actual de las cosas depende de una decisión libre tomada por Dios, y sostenía que las obligaciones morales dependen de la voluntad de Dios. Esa voluntad, enseñaba, es libre por completo y no estaba formada o determinada por motivos concretos. Dios ordena una acción no porque él vea que es buena, como afirmaba santo Tomás, sino que la hace buena al ordenarla.
Duns Scot fue uno de los más profundos y refinados teólogos y filósofos escolásticos de la edad media. Durante muchos siglos después de su muerte, sus seguidores, denominados escotistas, estuvieron en conflicto con los adeptos de santo Tomás, que eran llamados tomistas. En el siglo XX la influencia de la filosofía escotista es todavía intensa en el seno de la Iglesia católica.
La Filosofía de Scot se caracteriza por expresar el carácter exterior de su filosofía: la tendencia de éste bretón de distinguir y subdistinguir, la insatisfacción analítica que busca la realidad en la enumeración completa de las alternativas posibles, el centro de su personalidad filosófica es la aspiración hacia una ciencia racional, necesaria y autónoma.
Scoto de tendencia Agustiniana según Etienne Gilson, se preocupo por hacer saber su alto ideal de la ciencia, como criterio para la discusión de los problemas filosóficos y teológicos de su tiempo, para determinar la parte que corresponde a la ciencia y la parte que corresponde a la fe, colocadas en el rango de una ciencia verdadera.
El pensamiento de John Scot debe reconocerse como original e independiente a la vez de Platón y de Aristóteles.
Duns Scot fue uno de los más profundos y refinados teólogos y filósofos escolásticos de la edad media. Durante muchos siglos después de su muerte, sus seguidores, denominados escotistas, estuvieron en conflicto con los adeptos de santo Tomás, que eran llamados tomistas. En el siglo XX la influencia de la filosofía escotista es todavía intensa en el seno de la Iglesia católica.
La Filosofía de Scot se caracteriza por expresar el carácter exterior de su filosofía: la tendencia de éste bretón de distinguir y subdistinguir, la insatisfacción analítica que busca la realidad en la enumeración completa de las alternativas posibles, el centro de su personalidad filosófica es la aspiración hacia una ciencia racional, necesaria y autónoma.
Scoto de tendencia Agustiniana según Etienne Gilson, se preocupo por hacer saber su alto ideal de la ciencia, como criterio para la discusión de los problemas filosóficos y teológicos de su tiempo, para determinar la parte que corresponde a la ciencia y la parte que corresponde a la fe, colocadas en el rango de una ciencia verdadera.
El pensamiento de John Scot debe reconocerse como original e independiente a la vez de Platón y de Aristóteles.
Historia de la Filosofía - Tomo II - Segunda época filosófica
La filosofía cristiana
§ 62 - JUAN DUNS ESCOTO
Juan Duns Escoto, no sin razón apellidado por sus contemporáneos y por la posteridad Doctor subtilis, nació, según unos, en la aldea de Duns en Escocia, según otros, en el condado de Nortumberland, y según Wading, su biógrafo, en Irlanda. Si hubiera de darse crédito a uno de los epitafios que se dedicaron a su memoria (1), estarían en lo cierto los que le hacen natural de Escocia.
Igual incertidumbre existe acerca del año de su nacimiento, que algunos suponen en 1274, otros en 1263, no faltando quien lo fija en 1247. Sea de esto lo que fuere, es cierto que Escoto profesó en la Orden de San Francisco, que enseñó en la Universidad de Oxford, reuniendo en torno de su cátedra sobre tres mil discípulos, los cuales llegaron hasta el número de treinta mil, según tradiciones más o menos legendarias y fabulosas, pero que prueban en todo caso su gran renombre y fama entre sus contemporáneos.
No fueron menores su séquito y su fama en la Universidad de París, en la cual enseñó por los años de 1306-7, pasando de allí a Colonia por orden de los superiores, en cuya ciudad falleció, cuando contaba sólo treinta y cuatro años de edad según algunos, y según otros biógrafos, cuarenta y cinco o sesenta y tres respectivamente, con relación a la fecha adoptada por unos y otros para fijar su nacimiento.
La Filosofía de Escoto, contenida y representada principalmente en sus Comentarios sobre los libros De Anima y sobre los libros Metaphysicorum de Aristóteles, en sus Quodlibet y en sus Comentarios o Quaestiones subtilissimae, —según se dice en la edición de Amberes,— sobre las sentencias de Pedro Lombardo, se distingue por la sutileza en cuanto a la forma, y por la tendencia crítica en cuanto al fondo. Bajo la pluma del Doctor Sutil las cuestiones se desvanecen, por decirlo así, ante los ojos del lector, quedando reducidas a una especie de polvo impalpable, a fuerza de divisiones, subdivisiones y distinciones de todo género. En la casi imposibilidad de seguir al autor por caminos tan complicados y difíciles, la inteligencia se halla en peligro de perder de vista el fondo del problema y su solución, abrumada y aturdida con tantas divisiones y distinciones (2), a lo que se añade el empleo de palabras y fórmulas relativamente nuevas y diferentes de las usadas por los escritores anteriores.
Basta hojear sus obras para convencerse de que la tendencia crítica constituye otro de los caracteres de la doctrina de Escoto. Poner de relieve los defectos verdaderos o imaginarios de las pruebas y argumentos de los demás autores, desvirtuar la fuerza de sus demostraciones, y descubrir los vicios y lagunas de sus procedimientos científicos, tal parece ser el empeño constante y como la preocupación fija del Doctor Sutil. Apenas hay cuestión de alguna importancia en la que no tenga que presentar reparos, o contra las opiniones, contra las pruebas de sus predecesores y contemporáneos. Sin embargo, el blanco principal de sus reparos y ataques son las razones y doctrina de Santo Tomás, de quien se separa casi siempre que se trata de puntos opinables.
Así, por ejemplo, —y esto servirá para conocerla doctrina filosófica de Escoto, en lo que tiene de especial con respecto a los principales filósofos escolásticos anteriores al franciscano inglés,— Santo Tomás había enseñado que las potencias vitales se distinguen realmente del alma y entre sí: Escoto niega esta distinción real entre las potencias y la substancia del alma.
Santo Tomás había enseñado que en Dios los atributos se identifican realmente con la esencia, de la cual sólo se distinguen con distinción de razón: Escoto enseña que no se distinguen sólo con distinción de razón, sino con distinción formal ex natura rei.
Santo Tomás había enseñado que implica contradicción la existencia de la materia prima sin forma alguna substancial: Escoto admite la posibilidad absoluta de la materia informe.
Santo Tomás había enseñado que en el hombre no hay más que una sola forma substancial, que es el alma racional: Escoto enseña que en el hombre, además del alma racional, hay otra forma substancial, que da al cuerpo humano el ser de cuerpo o la razón de corporeidad.
Santo Tomás había enseñado que el principio de individuación es la materia signata quantitate, y consiguientemente que las substancias que carecen de materia y de orden a la materia, como son los ángeles, son incapaces de distinción puramente individual: Escoto enseña que el principio de la individuación es una entidad o formalidad sui generis, distinta e independiente de la materia, y consiguientemente que los ángeles son capaces de diferencia individual intra eamdem speciem.
Santo Tomás había enseñado que aunque ciertos actos son indiferentes moralmente considerados, secundum se o in abstracto, todo acto singular y deliberado de la voluntad es, o bueno, o malo moralmente: Escoto enseña que la voluntad puede ejecutar actos singulares y deliberados, que son y permanecen indiferentes en el orden moral.
Santo Tomás había enseñado que la ley natural, como expresión de las ideas divinas y participación de la ley eterna, que no es otra cosa que la misma razón divina, es inmutable y necesaria, y consiguientemente que Dios no puede dispensar en los preceptos del Decálogo: Escoto enseña que la ley natural se refiere a la libre voluntad divina, y, por consiguiente, que Dios puede dispensar en algunos de los preceptos del Decálogo, toda vez que no entrañan por sí mismos bondad o malicia moral (3), esencial y necesaria.
Santo Tomás había enseñado que en la posesión de la bienaventuranza perfecta, la intuición de la esencia divina es el acto principal y más esencial: Escoto enseña que el acto principal y esencial es el amor.
Santo Tomás había enseñado que el entendimiento es facultad más noble y perfecta que la voluntad: Escoto enseña que ésta es facultad superior y más perfecta que el entendimiento.
Natural era que el Doctor Sutil, una vez colocado en esta pendiente, y arrastrado por sus aficiones y tendencias excesivamente críticas, llegara hasta pisar el terreno del escepticismo, y así sucedió en efecto. Escoto opina que la omnipotencia de Dios no puede ser demostrada por las solas fuerzas de la razón natural, sin auxilio de la revelación: Omnipotentia videtur esse credita de primo efficiente, et non demonstrata.
Afirma igualmente que la razón y la Filosofía por sí solas son impotentes para demostrar la incorruptibilidad o inmortalidad del alma, la cual sólo nos es conocida con certeza mediante la revelación divina: Licet ad illam probandam sint rationes probabiles, non tamen demonstrativae. — Non habebant (philosophi) nisi quasdam probabiles persuasiones (4).
Más todavía: Escoto, sin negar que podemos conocer a Dios bajo la razón de ente infinito y algunos otros, niega, sin embargo, que puede ser conocido por nosotros en particular, o sea en cuanto es esta esencia (non cognoscitur Deus naturaliter a viatore in particulari et propine, hoc est, sub ratione hujus essentiae ut haec et in se) particular y determinada, y niega también que la razón, abandonada a sus propias fuerzas, puede conocer con certeza que Dios constituye el fin último natural del hombre, siendo necesaria, al efecto, alguna luz o conocimiento sobrenatural. Soli rationi naturali insistendo, vel errabit circa finem (ultimum) in particulari, vel dubius remanebit.... Necessaria est sibi de hoc tradi aliqua cognitio supematuralis.
Al exponer y comentar el prólogo del libro de las Sentencias de Pedro Lombardo, Escoto, después de indicar las pretensiones de la Filosofía racionalista enfrente de la teología católica (5) y de la revelación, impugna y rebate la tesis racionalista con toda clase de argumentos. Aduce al propio tiempo razones y explicaciones notables en favor de la credibilidad de la doctrina revelada, de la cual dice con mucha razón que en el orden práctico o moral viene a ser como un desenvolvimiento de la ley natural (quasi quaedam explicatio legis naturae), así como en el orden especulativo sus dogmas entrañan conceptos más elevados o ideas más profundas y exactas acerca de Dios y de sus perfecciones: Nihil credimus de Deo quod aliquam imperfectionem importet, imo quidquid credimus verum esse, magis attestatur perfectioni divinae quam ejus oppositum, ut patet de Trinitate personarum, incarnatione Verbi et hujusmodi.
§ 63 - CRÍTICA
Por lo dicho se echa de ver que Escoto puede apellidarse el Kant de la Filosofía escolástica. Si el filósofo de Kœnisberg sólo descubría antinomias y paralogismos allí donde los demás filósofos veían armonías reales y demostraciones científicas, el Doctor Sutil sólo descubre contradicciones y sofismas en los raciocinios y demostraciones de sus predecesores y contemporáneos. Como el filósofo alemán, Escoto somete a una crítica implacable y desoladora las teorías, las demostraciones, las pruebas y las opiniones, siquiera sean aceptadas por todo el mundo y posean la autoridad de cosa juzgada.
La escuela de San Víctor, Alejandro de Hales, Alberto Magno, Santo Tomás, San Buenaventura, Egidio Romano, Enrique de Gante, en todo descubre materia de crítica, y cuando las exigencias de la evidencia o de la fe divina le impiden apartarse de su sentencia, esfuérzase en desvirtuar la fuerza de sus razones y se complace en triturar sus argumentaciones, y en esparcir dudas y sombras sobre la legitimidad y el valor de las pruebas alegadas.
Al exponer y analizar la doctrina de Escoto, hemos visto que éste tiende a sobreponer el orden práctico al especulativo, y que para él la voluntad y sus manifestaciones o funciones son superiores a los actos y manifestaciones del entendimiento; y no hay para qué recordar que esto constituye precisamente uno de los caracteres fundamentales de la doctrina de Kant, en la cual el orden práctico y las manifestaciones de la voluntad tienen una importancia superior al orden especulativo y a las manifestaciones de la razón como facultad de conocer.
El escepticismo, término espontáneo y necesario del criticismo exagerado, hállase representado en Kant por la negación del valor nouménico de los conceptos y demostraciones de la razón pura: en Escoto hállase representado por la negación del valor real y objetivo de las demostraciones que se refieren a algunos atributos de Dios y a la inmortalidad del alma humana, y si no fue más lejos en este terreno, fue debido, sin duda, a la fe católica que animaba su corazón e iluminaba su inteligencia. El filósofo racionalista, que carecía de esta luz superior, llevó el escepticismo hasta tocar y entrar en el terreno de lo absurdo, mientras que el filósofo cristiano pudo y supo contener sus pasos antes de franquear completamente estos límites.
Por lo demás, el procedimiento, las tendencias, la marcha y el pensamiento que informan y caracterizan una y otra Filosofía, coinciden en el fondo y tienen perfecta afinidad, salvas las diferencias consiguientes al racionalismo del uno y al catolicismo del otro.
En suma: Escoto es el Kant del siglo XIII: su escepticismo es el escepticismo posible en el filósofo cristiano; el criticismo del Doctor Sutil es el criticismo del autor de la Crítica de la razón pura, sin el racionalismo que informa la doctrina toda del filósofo alemán, y salvas también las diferencias consiguientes a la situación de los espíritus y a las condiciones de civilización en dos momentos históricos separados por cinco siglos de distancia.
Como alguien ha creído o afirmado que esta crítica o juicio de la obra y de las tendencias doctrinales de Escoto carece de fundamento (6), bueno será recordar que coincide en el fondo con el nuestro el juicio emitido por un historiador muy reciente y católico de la Filosofía, cuya obra no había llegado a nuestras manos al publicar la primera edición de este libro. «Duns Escoto, escribe Stöckl (7), se distingue sobre todo por su penetración y fuerza para distinguir, que llega no pocas veces hasta la sutileza; razón por la cual recibió también de sus contemporáneos el nombre de Doctor Sutil. Por razón de esta sutileza, era sin duda a propósito, cual ninguno, para socavar las opiniones de sus predecesores escolásticos, y principalmente las de Santo Tomás, que le parecían erróneas, emprendiendo una crítica o examen riguroso sobre toda materia de enseñanza tradicional en Filosofía y Teología; y en esto consiste precisamente su fuerza principal. Más feliz es en la refutación que en la demostración positiva; más en la crítica negativa de doctrinas extrañas que en la perfecta organización de las suyas. Justamente por esta razón, su sistema doctrinal está muy lejos de ser tan perfecto como el tomista.
»Las refutaciones interminables que abundan en cada una de sus cuestiones, hacen que sea muy difícil seguir el curso de sus ideas, y el lenguaje duro y descuidado con que expresa sus pensamientos, tampoco contribuye a hacer grata la lectura de sus escritos.»
Este historiador expone a continuación, como lo hacemos nosotros, las opiniones principales en que Escoto se aparta de Santo Tomás.
Por lo que hace al fondo mismo de sus opiniones y teorías especiales y propias, la que se refiere a la distinción formal ex natura rei, que ni es real ni de razón, sino como un medio entre las dos, es acaso la más importante, no ya sólo por lo que tiene de original, sino por la universalidad de sus aplicaciones. Esta distinción juega en el problema de los atributos divinos en relación con la esencia, en los problemas de la subsistencia, de la existencia respecto de las substancias finitas, en varios problemas psicológicos, y principalmente en el que se refiere a la distinción de las potencias o facultades del alma, y juega, sobre todo, en el problema del principio de individuación, uno de los más difíciles de resolver, y uno de los que más preocupaban a la Filosofía en aquella época.
Sabido es, en efecto, que Escoto, abandonando las soluciones anteriores y aplicando a este problema la distinción formal indicada, afirma que el principio de individuación es una entidad positiva, que, sin ser una cosa o realidad distinta de la esencia específica, ni tampoco identificarse con ésta, comunica, sin embargo, la singularidad a la naturaleza (per aliquam entitatem positivam per se determinantem naturam ad singularitatem) o esencia substancial y específica. Esta entidad sui generis, a la cual los sucesores de Escoto denominaron heceidad, debe concebirse como la última realidad del ser, o sea de la substancia material, de la cual se distingue con la distinción formal ex natura rei, de manera que, siendo como es una entidad positiva, una realidad del ente material, no es ni la materia, ni la forma de éste, ni el compuesto que resulta de su unión: Ista entitas non est materia, vel forma, nec compositum, in quantum quodlibet istorum est natura, sed est ultima realitas entis.
__________
(1) Aludimos al epitafio que decía:
Scotia me genuit, Anglia me suscepit,
Gallia me docuit, Colonia me tenuit.
(2) Para que no se crea que exageramos al hablar en este sentido, vamos a extractar los términos en que Escoto fija y determina, no ya la solución del problema con las razones y argumentos en pro y en contra, sino el sentido nada más de la cuestión. Pregunta en las Cuestiones quodlibelales, si es posible demostrar la omnipotencia de Dios con la razón natural; y como preliminares para la resolución, y con el objeto de fijar los términos y el sentido de la cuestión, escribe: «Hic praemittendae sunt duae distinctiones necessariae: et secundo, juxta membra distinctionum solvenda est quaestio.
»Prima distinctio est.... quod demonstrationum alia est propter quid, sive per causam; alia quia, sive per effectum....
«Secunda distinctio est de omnipotentia, et illa praesupponit confusum intellectum hujus termini Omnipotentia, qui talis est, quod omnipotentia non est passiva, sed activa, non quaecumque, sed causativa. Per hoc habetur, quod ipsa est respectu alterius in essentia causabilis, quia non est causalitas nisi respectu diversi simpliciter: ergo est potentia respectu possibilis, non generaliter, ut opponitur impossibili; nec etiam ut opponitur necessario omni modo a se, prout convertitur cum producibili, sed respectu possibilis, prout possibile idem est quod causabile, quia terminus potentiae causativae. Includit etiam omnipotentia quamdam universalitatem.... sed ista universalitas est ipsius potentiae, non simpliciter, sed respectu hujus causabilis, quod est possibile sive creabile ... Et hoc potest intelligi dupliciter: uno modo quod sit cujuscumque creabilis immediate, vel mediate; alio modo quod sit cujuscumque creabilis, et immediate, saltem immediatione causae, hoc est nulla alia causa activa mediante.» Quaestione Quodlib., cuest. 7.ª
Bien se necesita entendimiento ejercitado y atención poderosa para seguir el pensamiento del autor en este pasaje, a través de las divisiones, subdivisiones, distinciones y atenuaciones que contiene, sin contar la oscuridad de algunas de sus frases y fórmulas. Y cuenta que se trata aquí de un pasaje que puede apellidarse claro y sencillo, si se compara con algunos otros del autor.
(3) «Sed talianon sunt quaecumque praecepta secundae tabulae.... non enim in his quae praecipiuntur ibi, est bonitas necessaria ad bonitatem finis ultimi, convertens ad finem ultimum; nec in his quae prohibentur est malitia necessario avertens a fine ultimo, quia si bonum istud non esset praeceptum, posset finis ultimus amari et attingi.» Sentent., lib. III, distinc. 37, cuest. 1.ª
«Leges aliquae generales rectae de operabilibus dictantes, praefixae sunt a voluntate divina, et non quidem ab intellectu divino ut praecedit actum voluntatis divinae.» Ibid., lib. I, dist. 44, cuest. 1.ª
(4) Las siguientes palabras con que pone término a lo discusión sobre la inmortalidad del alma, resumen su pensamiento sobre la materia: «Ex his apparet quantae sint gratiae referendae misericordiae Creatoris, qui nos per fidem certissimos reddidit in his quae pertinent ad finem nostrum et ad perpetuitatem sempiternam, ad quae ingeniosissimi et eruditissimi quasi nihil poterant attingere.» Sentent., lib. IV, dist. 43, cuest. 2.ª
(5) «In ista quaestione videtur esse controversia inter philosophos et theologos. Tenent enim philosophi perfectionem naturae, et negant perfectionem supernaturalem: theologi vero cognoscunt defectum naturae, et necessitatem gratiae et perfectionum supernaturalium. Diceret ergo philosophus quod nulla est cognitio supernaturalis homini necessaria pro isto statu, sed quod omnem notitiam sibi necessariam posset acquirere ex actione causarum naturalium.» Comment. in lib. Sent., cuest. 1.ª, n. 3.
(6) Nuestra critica de Escoto fue censurada por el P. Malo en un folleto publicado con este objeto. Cuando llegó a nuestras manos, después de algunos momentos de duda sobre la conveniencia de contestar o no al mismo, nos decidimos por la negativa, porque consideramos, no solamente innecesaria, sino inoportuna e inconveniente una controversia entre sacerdotes católicos, tratándose de un punto de escasa importancia para la generalidad de los lectores, y en que cada cual es libre para opinar lo que le parezca más verdadero.
A esto se añadía otra razón no menos poderosa, y es que el folleto, en lugar de contener una refutación, contenía en realidad de verdad una confirmación de lo que habíamos escrito acerca de Escoto y de los fundamentos de nuestra critica. Porque, en efecto, aunque no tenemos hoy a mano el citado folleto, recordamos perfectamente que su contenido, aparte de algunas frases de dudoso gusto y de algunas palabras de conveniencia más que dudosa, se reduce a lo siguiente:
a) Elogios de Escoto por Papas y diferentes autores.
b) Quejas y declamaciones por haber comparado a Escoto con Kant, siendo así que la doctrina del primero es tan diferente de la del segundo.
c) Aprobación de las opiniones en que Escoto se aparta de las de Santo Tomás.
A esto debemos contestar sencillamente :
a) Que al exponer la Filosofía de Escoto y su critica, no debíamos ni podíamos ocuparnos en los elogios tributados al mismo, como tampoco nos ocupamos en elogios al exponer la doctrina de otros autores.
b) Que, a pesar de todas esas quejas y declamaciones, siempre resultará, no que la doctrina y las conclusiones de Escoto y de Kant sean las mismas acerca de muchos problemas en concreto, diferencia reconocida y consignada en nuestra critica, sino que hay grandes analogías entre ciertas tendencias y direcciones generales de los dos escritores. Así, por ejemplo, si Kant somete a su crítica las tesis de los representantes del dogmatismo filosófico, Escoto somete a la suya las tesis filosófico-dogmáticas de sus antecesores. Si Kant considera como paralogismos las demostraciones alegadas por los filósofos en favor de ciertas verdades, como la existencia de Dios, la espiritualidad e inmortalidad del alma, etc., Escoto considera como sofísticas muchas de las pruebas alegadas por sus antecesores, y principalmente por Santo Tomás, en favor de muchas tesis, ora psicológicas, ora físicas, ora metafísicas, ora teológicas y morales.
Si para Kant el alcance y poder de la voluntad libre es superior al alcance o fuerza de la razón, puesto que entraña la demostración de Dios, de la ley moral y de la inmortalidad, a que no alcanza la razón humana, para Escoto la voluntad es también superior a la razón, no sólo con relación a la vida presente, sino a la vida eterna, cuya esencia consiste en un acto de la voluntad y no del entendimiento.
Este parangón, que pudiera llevarse más lejos, prueba que entre el Doctor Sutil y el filósofo de Kœnisberg, existe realmente cierta comunidad de tendencias o direcciones generales, que es precisamente lo que se afirma en nuestra crítica de la doctrina del primero, critica que quedará en pie mientras no desaparezcan las obras de Escoto que contienen sus fundamentos.
c) Que el autor del folleto, al decir que las opiniones en que Escoto se aparta de Santo Tomás, son más fundadas que las de éste, confiesa implícitamente que anduvimos acertados y fuimos exactos al exponer la doctrina del Doctor Sutil, de manera que su folleto, en vez de refutar, viene a confirmar nuestros juicios acerca de la doctrina de Escoto. Porque excusado parece recordar que la misión del historiador de la Filosofía es exponer con fidelidad la doctrina de cada autor, juntamente con sus tendencias y relaciones con otros sistemas, pero no discutir si la opinión del filósofo A es más probable o más aceptable que la opinión del filósofo B. Libre es el autor del folleto para preferir las opiniones de Escoto; pero esta preferencia suya no constituirá nunca una refutación, ni siquiera un argumento probable, en contra de la exactitud de la exposición y critica que hago de la doctrina de su maestro.
Si la memoria no me es infiel, el autor del folleto aludido me censuraba también por no haber fijado mejor las fechas y sucesos referentes al nacimiento, vida y muerte de Escoto. Esto me obliga a recordar otra vez que el deber del historiador de la Filosofía es indicar las fechas y vicisitudes principales de la vida del filósofo cuando son ciertas, y cuando son dudosas indicar las diferentes opiniones, pero no discutirlas ni decidir entre éstas ¡Medrado estaría el historiador déla Filosofía que hubiera de discutir y averiguar con certeza la patria, las fechas y las vicisitudes de la vida de cada filósofo!
Por esta razón, al hablar de Escoto, lo mismo que al hablar de otros que se hallan en el mismo caso, me limito a indicar las diversas opiniones acerca de su patria, nacimiento y vicisitudes de su vida. Y en verdad que no se concibe que nadie, y menos un hijo de San Francisco, me censure en este terreno, cuando precisamente puse especial cuidado en no mencionar siquiera las opiniones que pudieran prestarse a comentarios, como es la que se refiere a las circunstancias trágicas que intervinieron en su muerte, si hubiéramos de dar crédito a algunos historiadores.
(7) Lehrbuch der Geschichte der Philosophie, edic. 2.ª, pág 515.
Publicación Original
Biografía publicada en mi página urbanoperu el 2012
John Duns Scot y su importancia para el filosofo actual.
Consultar la Enciclopedia Stanford