22 de junio de 2014

Gianbattista Vico. Actualidad de un anti moderno





La oposición de Giambattista Vico al pensamiento cartesiano. 

Percy C. Acuña Vigil

G. Vico (1670-1744), fue un filósofo de la historia y un protosociólogo italiano[1], notable por su concepto de verdad [V2.61] como resultado del hacer (verum ipsum factum). Isaiah Berlin[2] sitúa a Vico a la cabeza del movimiento de la contra Ilustración. Según la visión de Berlin, los filósofos ilustrados franceses eran:

 racionalistas radicales que de manera dogmática sostenían que todas las verdades acerca del hombre y de la naturaleza eran universales, objetivas, atemporales y transparentes a la razón. Como movimiento, proponían doctrinas filosóficas y políticas esencialmente ahistóricas, que probaron ser —según él— utópicas, inflexibles, deterministas, arrogantes, insensibles, homogenizadoras e intolerantes".

 Lo interesante del análisis de Berlin es que afirma que el pensamiento posmoderno de nuestros días rechaza la visión de la verdad, de la ciencia, de la filosofía y de la racionalidad que tenían los filósofos ilustrados.

La obra más importante de Vico es la Scienza nuova, publicada por vez primera en 1725. En su Autobiografía, publicada en 1725, Vico cita como fuente inspiradora de su Scienza nuova, la metafísica emanada de las ideas platónicas, el realismo del historiador Tácito, el método inductivo de Francis Bacon, la obra del jurista Hugo Grocio en lo atinente a las relaciones entre filosofía y filología. [V1.52,64,71]

 Su propósito manifiesto es poner en relación el mundo ideal con el real, poniendo en línea la filosofía -que se ocupa de la verdad- con la filología -que se ocupa de la certeza como método histórico y documental[3].

El punto de partida de la filosofía de Vico es la cuestión de la verdad, que para Descartes era ofrecida al hombre dentro del ámbito de aquellas ideas claras y distintas que le resultaban "evidentes".

Vico se opone con firmeza a esta concepción racionalista que, a su manera de ver, se desentiende de la creatividad, que constituye la facultad más propiamente humana. Así, según su célebre afirmación, "Verum et factum reciprocantur seu convertuntur"[4]: esto es, lo verdadero y el hecho se convierten el uno en el otro y coinciden. [V2.138-139]

Es éste el principio de la filosofía de Vico, el que establece el nexo entre la verdad y la producción, según el cual la única verdad que puede ser conocida radica en los resultados de la acción creadora, de la producción. “La verdad nace de la conformidad de la mente con el orden de las cosas y la certidumbre es el producto de la consciencia asegurada por la dubitación. [V2.139]

Por esto, además, solamente Dios conoce la totalidad del mundo, en cuanto lo crea continuamente; al hombre sólo le esta reservado el puesto más humilde de demiurgo de la historia y artífice de su propio destino, siendo la historia y su vida los únicos objetos posibles de su conocimiento en tanto son productos suyos. Del mismo modo, el otro campo en que puede alcanzar la verdad, es el de la matemática, de la cual, en cierto sentido, también es productor. [M.55]

Toda su doctrina, todos sus puntos de vista en torno del conocimiento y de la historia, son elaborados en oposición al cartesianismo, y a la concepción de su tiempo que hacía de la física la ciencia paradigmática. Su enfoque según el cual el hombre puede conocer lo que es producto de su hacer, lo lleva a sostener que la Naturaleza, obra divina, puede ser pensada, pero no "entendida". Sólo Dios, que lo ha hecho todo, puede tener una comprensión total de todo. [M.70]

Vico tuvo noticias de la Física de Descartes y estudio la Filosofía natural de Enrico Regio, bajo cuya nombre encubierto Descartes la publicó en Utrecht. Para Vico, la filosofía  de Descartes no consta de ningún sistema,ya que a su física le cuadraría una metafísica que estableciera un solo generó de sustancias corpóreas operante… por necesidad”. [V1.40-42]
Vico sostuvo que esta metafísica no dio como fruto ninguna moral que se acomodara a la religión cristiana , puesto que no solo no la establecen las pocas cosas sueltas que la moral ha escrito, sino que hasta el mismo “tratado de las pasiones mas sirve a la medicina que a la moral. [V1.42] Sostiene que tampoco surge en su filosofía una lógica propia y que tampoco sirve a la medicina ya que ningún anatómico hallaría jamás al hombre de Descartes  en la naturaleza”. [V1.42]

Vico contrapuso a la filosofía crítica, que para él estaba representada en la figura de Descartes, lo que llamó “ars topica” o filosofía tópica. Desde este punto de vista, estableció una distinción entre el discurso retórico-patético[5] y el discurso lógico-racional.

En términos generales, podemos mencionar que los objetivos de ambos discursos difieren radicalmente. Para el discurso retórico[6], el objetivo central es mover las almas, actuar sobre las emociones, instintos o pasiones [V2.52]  sin pretender justificar nada racionalmente [V2.48]; por el contrario, el discurso racional alcanza su efecto palpable y vinculante a través de la demostración lógica, es el proceso deductivo cerrado en sí mismo y que no admite ninguna intervención que no provenga de la deducción lógica. De aquí que el discurso retórico, en tanto patético, [V2. 131,268] no tenga ninguna incidencia posible dentro de las ciencias.

Descartes conscientemente excluyó a la retórica de la filosofía, pues a ésta la entendía como la búsqueda de la verdad y su labor como filósofo era mostrarla o explicarla, pero no expresarla de una manera “bella”; en consecuencia, en este sentido, la retórica era una manera de hablar imperfecta, imprecisa y peligrosa puesto que podía trastornar el pensamiento lógico, por ejemplo recordamos la expulsión de los poetas de la república platónica.

Si se analiza detenidamente el dualismo entre los discursos, observaremos que entre sus características el discurso racional es “anónimo”, esto es, cualquiera que utilice el método deductivo y siga las reglas lógicas puede llegar a constituirlo. Otro aspecto destacable es el hecho de que las conclusiones son de carácter universal y necesario, y por tanto no se pueden limitar a un lugar o a un período determinados, es decir, el proceso racional es “ahistórico”.

En cuanto a las características del discurso retórico son diametralmente distintas, puesto que de acuerdo con E. Grassi todo discurso patético, en tanto que irracional y no válido universalmente,  resulta subjetivo, relativo, ligado a una personalidad individual, a un lugar y a un tiempo determinado.[7]. A causa de esto, el discurso retórico no puede ser anónimo o ahistórico, ya que ni la situación ni el orador pueden ser reemplazados.

Es significativo destacar en este punto que el hombre se distingue de las demás especies por su capacidad de razonar, pero también es cierto que es un ser que siente, es un ser patético; ello ha redundado en que en la historia dicha dicotomía no ha sido resuelta definitivamente: ya que el discurso racional brota de la razón y las pasiones [V2.52]  no pueden ser alcanzadas por ella, sino que se basan en esquemas sensibles que no tienen valor racional.

Vico sostiene en su crítica a la filosofía cartesiana y, por tanto, al discurso racional que el problema radica en la extremada asepsia que pone Descartes a su método, pues al concebir su verdad primera libre de toda falsedad o de cualquier sospecha de falsedad, conjuntamente está arrastrando a las verdades segundas y a lo verosímil con ello. [V2.47,62]

En este punto debe señalarse que el método deductivo parte de premisas y deriva las inferencias implícitas en ellas, pero dentro de este proceso queda fuera el “valor de verdad” de las proposiciones, ya que sólo importa un conocimiento formal, el significado de las mismas. Para llegar a ese valor de verdad, habría que examinar la evidencia de las verdades primeras y para ello tendríamos que asumir a la intuición [8]como criterio último, quedando el discurso racional desprovisto de todo su rigor, abriendo paso a la influencia de la imaginación. En consecuencia, el discurso cartesiano se limita a una lógica de las proposiciones, pero no se preocupa del “contenido espiritual” de las mismas, de este modo el discurso científico renuncia a la idea de conducir a la verdad de las cosas, de este modo la ciencia no pretende ser metafísica, y se considera en algunos contextos libre de los problemas de la cotidianeidad.

Desde mi punto de vista, el discurso científico se hace insuficiente para dar cuenta de la realidad humana en toda su extensión, pues no puede reproducir toda la multiplicidad de posibilidades de acciones que conforma una existencia, siempre sería incompleta ya que no podría conocer todos los casos.

Aristóteles al tratar el tema de la tópica[9], establece que ésta puede ayudar a reconocer las dificultades que puedan presentarse para solucionar un problema, tanto para encontrar los argumentos necesarios para el discurso racional como para la retórica, revelándose la tópica como la doctrina de la “invención” y a la que Vico atribuye una función filosófica.

En el proceso deductivo, la “invención” se identifica sólo con el “encontrar” y no se puede escapar a esa identificación. Pero el problema, según Vico, no reside únicamente en ello sino en la “invención[10] de todas las premisas necesarias o verdades primeras, esto es, la “visión” primitiva, racionalmente indeducible. La clave del rechazo de Vico hacia el discurso racional y su metodología es que las premisas originarias son en tanto tales indeducibles, vale decir, por ser lo que son no se puede jamás descubrirlas a través del método racional. :

Desde este punto de vista, el “ingenio” [V1.87,198] se vuelve a lo primitivo, a lo originario; además, es la facultad que tenemos para comprender, proceso que es anterior a la deducción (la invención es previa a la demostración), ya que en la medida en que comprendemos, seremos capaces de deducir consecuencias.

Vico sostiene que el mundo histórico surge del proceso en que se da respuesta a las necesidades humanas. De aquí surge la idea de intervenir la naturaleza humanizándola, así como la necesidad de crear instituciones, una comunidad y condiciones de vida en cuya base se encuentra el “sentido común” [V1. 43], también despreciado por el proceso deductivo.
Para Vico, en el “sentido común” [V1.224] se encuentra el ingenio, que es la base del mundo humano, al cual le atribuye una función inventiva pero no deductiva o racional. Sostiene que mediante el ingenio, que es parte, lo mismo que la “fantasía”, desde el inicio del conocimiento y de la formación del mundo humano, se es capaz de establecer relaciones conectando cosas que al hombre común le parecen fragmentarias o dispares

Vico comienza su análisis definiendo que “trabajo” es la actividad destinada a satisfacer las necesidades humanas[11]. Para Vico el significado del trabajo se encuentra al establecer las relaciones entre lo que el hombre necesita  y lo que sus sentidos le dicen sobre la naturaleza en cada situación específica, el hombre lleva a cabo la transferencia de significados que le conduce a la acción adecuada. El establecimiento de relaciones y la transferencia de significados desde los sentidos, es una actividad ingeniosa y fantástica; por lo tanto, no es en la órbita del pensamiento racional en que funciona el sentido común, sino en la estructura ingeniosa del trabajo y de esta forma adquiere un carácter inventivo.

El trabajo, desde esta visión, no se reduce a la satisfacción de una necesidad material, también aquí están considerados los trabajos de orden espiritual que no tienen relación con la inmediatez. Otro aspecto relevante es que  sólo el trabajo es capaz de probar la objetividad de la actividad ingeniosa y fantástica; el trabajo pone de manifiesto si las relaciones establecidas se han demostrado subjetivas al fracasar u objetivas al tener éxito en conducir a un resultado.

De acuerdo con Vico la fantasía es el canal mediante el cual el ingenio crea metáforas o relaciones originales producto del trabajo. De este modo, lo fantástico contiene y circunscribe dentro de sí una multiplicidad a través de una imagen y expresa la esencia en términos universales. Esta visión integra  al mismo tiempo la figura ejemplar y la figura alegórica, de modo que las imágenes de la lógica poética son la expresión del acto fantástico mediante el cual se manifiesta la relación entre las cosas de los sentidos.

En la actualidad se ha dejado de lado todo lo que son procesos de deducción no racional, mientras que Vico sostiene la capacidad del hombre de establecer relaciones entre distintas cosas que parecen dispares (metáfora), que es una función propia del ingenio y la fantasía cuya manifestación concreta se logra a través del trabajo cotidiano y espiritual.

Su pensamiento permite valorar que el ingenio, la fantasía, el pensamiento metafórico y analógico, pertenecen a la naturaleza original del ser humano y al trabajo, en cuanto realización del sentido común en la sociedad. 

Conclusión:

En las circunstancias de crisis del siglo XVI, Descartes intenta construir un sistema filosófico que resuelva esa incertidumbre generalizada, encontrando en la razón humana la roca firme sobre la que construir un sistema de conocimiento que resista el ataque de la duda, una filosofía en la que el error no tenga cabida. Por eso no es de extrañar que sea la matemática su ciencia preferida, y que despreciara la educación libresca. El proyecto filosófico cartesiano destaca precisamente por su aspiración a unificar todas las ciencias, que deben utilizar el mismo método. Por ello, el problema del método será uno de los que más atención reciba en su sistema: los errores teóricos no proceden de la falta de inteligencia, sino del camino seguido para encontrar la verdad.
Este proyecto de unificar las ciencias se refleja en la metáfora cartesiana, según la cual todos los saberes humanos forman una unidad orgánica, similar a un árbol, cuyas raíces son la metafísica, el tronco es la física y las ramas que salen de ese tronco son todas las demás ciencias.
Bajo estos parámetros, la filosofía cartesiana intenta encontrar una certeza sobre la que construir una ciencia segura e indudable. Un desarrollo teórico infalible, que vuelva a posibilitar la aparición de verdades universales.
La motivación esencial para emprender esta tarea metódica es superar esa irreconciliable oposición entre teorías, religiones y puntos de vista, que deriva de la inseguridad ante verdades contradictorias.
La propuesta cartesiana tiene un doble objetivo: pretende evitar el error y llegar a verdades indudables, y por otro lado extraer nuevas verdades a partir de las ya conocidas. En esta labor de destrucción y construcción, intervendrán dos facultades características de la razón humana: la intuición y la deducción.
Para D la verdad pierde su dimensión ontológica: no hay una verdad en la realidad, una adecuación entre pensamiento y realidad. Ahora la verdad es una propiedad de las ideas que les hace aparecer como evidentes. Verdad es, para D, igual a evidencia.
Como medida de precaución, D exige en su método que se realicen distintas comprobaciones de todo el proceso recorrido, especialmente en lo que respecta al análisis y la síntesis, que son las partes del método mas sujetas a los errores. Como resultado de todo esto, se tendrá un sistema de conocimiento con garantías de certeza, puesto que cada regla soporta y transmite la verdad en todo el recorrido.
Descartes adopta la duda como método, como camino para alcanzar una verdad absolutamente evidente de la que nadie pueda dudar. Para Descartes sustancia es sinónimo de “cosa”, y en consecuencia será sustancia todo lo concreto existente. En un sentido absoluto sólo Dios es sustancia, mientras que todas las demás criaturas lo serán de un modo derivado. A partir de esto Descartes establece la existencia de dos tipos de sustancias:
Sustancia infinita (Dios), que es la sustancia por excelencia.
Sustancia finita, que tan sólo necesita de Dios para existir.
Al concepto de sustancia, le añade Descartes el de atributo y modo. El atributo es la esencia de la sustancia. Así, habrá dos atributos principales de la sustancia finita: la extensión (res extensa, mundo material) y el pensamiento (res cogitans, mundo espiritual). Por su parte, el modo sería la forma en la que se da el atributo: modos de la extensión serían, por ejemplo, el tamaño, el volumen, la figura; mientras que el pensamiento tendría modos como por ejemplo la duda. Con estos tres conceptos (sustancia, atributo y modo) trata de explicar Descartes toda la realidad, lo cual ha ejercido una influencia importante en toda la tradición racionalista.
La sombra de Descartes va mucho más allá de la filosofía: la valoración positiva de la ciencia y la evolución de la producción científica europea de los siglos XVII y XVIII, que culmina en Newton, es impensable sin el fondo teórico proporcionado por el racionalismo cartesiano.

Frente al planteamiento cartesiano, la actualidad del pensamiento de Vico se encuentra en la corriente de la filosofía contemporánea, le encuentro afinidad con el pragmatismo norteamericano; frente a esto todavía gran parte del pensamiento, a mi parecer, está influido por la manera francesa, escolástica y racionalista de entender la filosofía[12].  Esto es pensamiento moderno, ilustrado, racionalista, lo que equivale a decir passe.
La concepción de Vico de la filosofía, se remonta a los antiguos romanos; es la de los pueblos latinos, antes del escolasticismo. Vico preveía el peligro del escepticismo en la ciencia de su tiempo. Creía que el error del racionalismo de Descartes, era el mismo que el de los antiguos estoicos y epicúreos: que suponían que el camino de la sabiduría estaba formado de verdades, cuando en realidad está constituido por certezas y orden. (Vico 1, 138-139)

Vico postula que la autoridad y la superstición fueron las que protegieron a los primitivos romanos del escepticismo de la filosofía griega, y les permitió construir primero una gran ciudad, y luego un gran imperio. (Vico.1. 226-227)
Sostiene que no se debe suponer que la civilización comienza cuando se desecha el mito, pues la vida humana, la sociedad y la civilización siempre necesitarán de mitos, aunque sea el mito de la ciencia y del progreso. Sostiene que es preferible creer en mitos sabiendo que son mitos, a creer en ellos pensando que son verdades, porque cuando se descubre que no lo son sobreviene el escepticismo, el desengaño y la parálisis mental.
Se opone al racionalismo porque este destruye las creencias, las tradiciones, la autoridad y la imaginación que son necesarias para que la sociedad funciones bien. Sostiene que las sociedades tradicionales están expuestas ante el racionalismo. Previó las consecuencias de la racionalización en la modernidad y situaba la causa de esa desviación en la educación moderna tal como posteriormente se definió[13].
 Vico previó el desinterés que se produciría al no prestarse atención a la ética. Hoy vivimos en una cultura que no valora la disciplina y la auto limitación, y que poco aprecia los medios para disfrutar de la vida, olvidando las limitaciones que imponen los caprichos, tal como Ortega lo describe.[14].
Para Vico el racionalismo no admite otra medida de las cosas más que su propia razón, y que de este modo el hombre cae en el error de desconocer sus límites. Por eso sostiene que la ciencia moderna confunde la verdad con la certeza. Señala que encuentra verdad en Dios en la creación y que la certeza es lo que el hombre tiene de las propiedades físicas de las cosas[15].
Vico sostuvo que el conocimiento al que tenemos acceso es el que nosotros mismos producimos en las matemáticas y en la geometría[16]. Éste es el sentido de la famosa afirmación de Vico “verum et factum convertuntur”. (Vico.1, 57)
En relación a los límites del conocimiento Vico se opone a los escolásticos y a los cartesianos y postula una metafísica no racionalista. (Vico.1, 88-93,95)
En la Ciencia Nueva, Vico sostiene que, el método moderno al igual que el estoicismo y el epicureismo antiguos, produce tarde o temprano, escepticismo.
Los acusados eran los epicureístas[17]; el estoico Spinoza, y el pirronista Bayle.
(Vico.1, 181)
Vico sostiene que los escépticos niegan la providencia divina[18]; que, aunque acepten la existencia de Dios, niegan que, de alguna manera, Él sea Señor de la historia. Al negar la providencia, los escépticos no tienen otra alternativa que tratar el mundo natural como el reino de la total casualidad, o bien como regido por la más absoluta necesidad. (Vico.1, 62-64)
En marcado contraste con esta tradición, Vico habla del significado de la probabilidad en los siguientes términos: “De lo probable nace el sentido común natural, que es la norma de la inteligencia práctica". El sentido común es la prudencia, que es el conocimiento de lo que conviene hacer en el aquí y el ahora, y de lo que conviene hacer en la vida de la polis, de la comunidad.
A racionalismo y metafísica, por tanto, deberíamos contraponer humanismo, tal como Vico lo entiende. De esta suerte, la discusión filosófica central, para el humanismo, no es el problema de la verdad lógica como adecuación, sino el problema de la ‘emergencia’, de la ‘aparición’ o ‘phainestai’[19], y en lugar de la cuestión de la ratio y de su método inferencial, nos planteamos la cuestión de la estructura del ingenio, tal como la trataron Vives[20] o Gracián[21].
Vico representa una revolución filosófica más radical incluso que la de Kant, pues este partió de los mismos supuestos que sus inmediatos antecesores racionalistas y empiristas, aunque llegó a conclusiones distintas, mientras que Vico, anticipándose en más de dos siglos al llamado “giro lingüístico” de la filosofía analítica, a Wittgenstein y a los pragmatistas, propuso un nuevo punto de inicio para la reflexión filosófica: el lenguaje, en particular el lenguaje poético. Pero aún más importante que esto es el hecho de que Vico, a diferencia de muchos posmodernos, no es relativista.
Como el punto de inicio es diferente, Vico evita el escepticismo y el relativismo en el que caen muchos de los filósofos posmodernos. En mi concepto vale la pena seguir caminando por la ruta señalada por Vico, evitando el escolasticismo, el racionalismo y el escepticismo.
El aporte de Vico es importante pues permite encontrar que las ideas claras son ideas finitas, que no necesariamente son verdaderas y que han contribuido a secar nuestras almas. Su obra permite reflexionar sobre la racionalidad que ha contribuido a la visión dogmática.



[1] VICO, Giambattista. (1989). Vico, Edición de Rais Buson, Barcelona, Edicions 62, pp. 283 [V1]
VICO, Giambattista. (1970). Vita di Giambattista Vico scrita da se mesmo., (1728). Autobiografía, Trad. A.M. Miniaty, Buenos Aires, Ed. Aguilar. [V2]
Sus obras mas importantes son: Principios de la Filosofía de la Historia, y Principi d'una scienza nuova intorno alla natura delle nazioni (1744) (conocida en castellano como Principios de ciencia nueva o "Principios de ciencia nueva. En torno a la naturaleza común de las naciones, en esta tercera edición corregida, aclarada y notablemente por el mismo autor"
VICO, Giambattista. (2006). Principios de una Ciencia Nueva en torno a la naturaleza común de las naciones. Trad. J. Carner, México, F.C. E. 312 p.

[2]Citado en M. Lilla, G. B Vico. The Making on an Anti-Modern (Cambridge: Harvard University Press, 1993), p. 4.
[3] SEVILLA, José M. (1988). Giambattista Vico: metafísica de la mente e historicismo antropológico, Sevilla, Publicaciones de la Universidad de Sevilla, pp. 484.
La Metafísica fue impresa en Nápoles, en 1710.
[4] VICO, G. “De antiquissima Italorum sapientia ex linguae latinae originibus eruenda”, De italorum sapientia e le polemiche, a cargo de G. Gentile y F. Nicolini, Laterza, Bari, 1914.
Aquí Vico explica el principio verum est factum a partir de un analisis liguistico: En latin verum y factum tienen una relación de reciprocidad, se convierten (convertuntur).

[5] (Del lat. pathetĭcus, y este del gr. παθητικς, que impresiona, sensible).
adj. Que es capaz de mover y agitar el ánimo infundiéndole afectos vehementes, y con particularidad dolor, tristeza o melancolía.

[6] ARISTÓTELES, (1970). El arte poética. Madrid. Espasa Calpe (cuarta edición).
   ORTEGA, A.,(1989). Retórica. El arte de hablar en público. Historia-método y técnicas oratorias. Ideas    Culturales S.A. & Instituto Europeo de Retórica. Madrid.
[7] GRASSI, Ernesto, (1999). Vico y el Humanismo. Ensayos sobre Vico, Heidegger y la Retórica, Barcelona, Anthropos Editorial.
[8] En líneas generales, la intuición, tal como la formula Descartes, es un acto absolutamente simple y unitario de aprehensión, puramente intelectual, que tiene como objeto datos inmediatamente evidentes y alcanza una completa certeza. Características de la intuición cartesiana son:
 1) La racionalidad, ya que es una función puramente racional, y además se pone de manifiesto que la intuición es la fuente del saber.
 2) La inmediatez, es el acto primero de la razón, en virtud del cual los contenidos objetivos de conocimiento no se ven supeditados a un proceso psíquico de elaboración y mediatización. En la Regla XI recuerda tres notas críticas para la intuición: claridad, distinción y simultaneidad. Ahora bien, la inmediatez no impide que la intuición se propague en el curso de la deducción; la inmediatez se conjuga en el espíritu con la temporalidad.
 3) La simplicidad de la intuición intelectual arranca de la simplicidad del objeto que es intuido; la intuición se aplica a todo lo que puede caer bajo un acto simple de pensamiento.
 4) La infalibilidad. La intuición cartesiana es infalible porque es más simple que la misma deducción, la cual no es más que la progresión espontánea de la luz natural. La intuición, apoyándose sobre unas naturalezas simples, es infalible, segura constantemente, lo mismo que cuando considera las conexiones entre las nociones.
[9] La tópica, del griego τοπικός, es la parte de la retórica en sentido amplio que contiene el arsenal de ideas o argumentos con los cuales, por un lado, el orador piensa y organiza su pensamiento y, por el otro, se prepara para convencer a su auditorio (retórica stricto sensu) o vencer a un adversario (dialéctica).
La tópica es un conjunto de tópicos que sirven para desarrollar argumentos (es un ars inveniendi).
Lo que hoy se conoce como lógica aristotélica, Aristóteles lo hubiese llamado "analítica". El reservaba el término lógica para la dialéctica. La obra lógica de Aristóteles fue compilada en seis libros aproximadamente en el siglo I d.C. entre ellos La Tópica. Los libros II a VI de La Tópica están destinados a ofrecer una colección de topoi.

[10] Por contraste la invención cartesiana de la Geometría analítica
[11] GRASSI, Ernesto, (1999). Op. Cit. p. 28-31
[12] Tendencia a la adecuación a la ortodoxia católica, pensamiento cimentado en la fe y en las verdades reveladas, dependencia del núcleo de creencias cristianas, y acuerdo con los principios epistemológicos del empirismo
[13] J. Ortega y Gasset, La rebelión de las masas (Madrid: Espasa-Calpe, 1967), pp. 64-65.
[14] J. Ortega, pp. 69-70.
[15] VICO, Giambattista. (1989). Vico, Edición de Rais Buson, Barcelona, Edicions 62, p.138
[16] ___ p. 61
[17] Gassendi, Locke, Hobbes y Maquiavelo
[18] VICO, Giambattista. (2006). Principios de una Ciencia Nueva en torno a la naturaleza común de las naciones. Trad. J. Carner, México, F.C. E. 312 p.
[19] La phainestai en Heidegger denota un punto de vista desisivo en la historia de la filosofía, uno en el que el Spielraum del ser es tematizado desde la perspectiva del poder de la imaginación en vez de el principio de la razon suficiente.
[20]VIVES, Juan Luis. (1948). Obras completas. Ed. Por  Lorenzo Riber. Madrid, Aguilar, t. II.
 Juan Luis Vives sostiene que La finitud y la agudeza del ingenio del hombre, garantizan la historicidad y el cambio de su saber y su ser en sociedad.
[21] Baltasar Gracian fue un pensador no cartesiano, para quien el hombre es un ser cultural por naturaleza, siendo el símbolo una de sus claves interpretativas más importantes.

El juicio racional es lo que derrota al hombre —Joseph Conrad

¿Qué importancia tiene Vico en los inicios del siglo XXI?

Mucha, especialmente para quienes intentamos que la voz del pensamiento hispano se escuche en el contexto de la posmodernidad. Porque Vico representa, junto con Juan Luis Vives y Gracián, entre otros, lo mejor de la tradición humanista de origen latino, que se contrapone tanto a la filosofía racionalista continental, como al empirismo anglosajón. Gracias a autores como Ernesto Grassi podemos ver hoy el humanismo renacentista y barroco no como un simple movimiento cultural de recuperación de los clásicos grecolatinos, sino como una manera distinta de hacer filosofía. En esta comunicación, que pretende ser el inicio de una investigación mayor sobre la conexión entre el humanismo latino y el pragmatismo, me propongo explorar la raíz de las discrepancias que Vico tenía con prácticamente todos los filósofos importantes de su tiempo, desde Maquiavelo y Hobbes, hasta Descartes, Locke, Spinoza y Leibniz. Mi intuición —que he visto confirmada en artículos y libros recientes sobre el humanismo— es que la oposición de Vico a la filosofía de su tiempo no era tradicionalismo, como una lectura superficial de sus (especialmente, de su Autobriografía), podría sugerir, sino que esconde una visión de la filosofía que no encontró eco en su tiempo, pero que daría lugar, pasado un siglo, a un fuerte movimiento de oposición a la Ilustración. Hoy en día podemos ser más abarcadores que los románticos del siglo XIX, y afirmar que Vico fue uno de los primeros antimodernos, y que su manera de hacer y ver la filosofía —junto con la de muchos pensadores hispanos— podría considerarse como la versión latina de la posmodernidad.

En cuanto al origen de mi interés por Vico, puedo decir que se debe a mi descubrimiento del libro de Mark Lilla, G. B. Vico. The Making of an Anti-Modern. En él encontré resonancias de ideas a las que he venido dando vuelta, prácticamente desde que escribí mi tesis doctoral sobre Hilary Putnam, entre 1994 y 1997. De alguna forma, considero que esta línea de investigación en la que me , es continuación directa del trabajo que presenté en el Tercer Congreso Nacional de Filosofía, en 2002, titulado "Los usos de la razón. El escepticismo antiguo y la filosofía como forma de vida". Pretendo continuar este , como decía, y escribir sobre la tradición humanista y el pragmatismo, para el Cuarto Congreso Nacional de Filosofía, en octubre de este año.

Giambattista (Giovanni Battista) Vico nació en Nápoles en 1668. Era el decimotercero y último hijo de un modesto librero. Su debilidad corporal, agravada por una caída en la niñez, le hizo bastante tímido y retraído, al punto de que casi todos sus estudios los realizó de manera autodidacta, por temor a las burlas de sus compañeros. No obstante, llegó a ser Profesor de elocuencia latina en la Universidad de Nápoles en 1699, cargo que ocupó hasta pocos años antes de su muerte, en acaecida en 1744. Vico estudió leyes, con el fin de ganar una cátedra de Derecho Civil en 1723, lo cual no pudo lograr. Posteriormente a esa fecha, se dedicó mayormente a los estudios de historia, y llegó a ser cronista real de los Borbones napolitanos (Carlos VII de Nápoles y III de España). Su más famosa es la Ciencia Nueva (cuyo título completo es Principios de una ciencia nueva en torno a la naturaleza común de las naciones), pero posiblemente para efectos de investigación filosófica sea más importante su obra Sobre la más antigua sabiduría de los italianos, a de los orígenes de la lengua latina, publicada en 1713.

A Vico le tocó vivir en un período en el que ya había arraigado el racionalismo, y su genio fue eclipsado por figuras como las de Descartes, Locke, Leibniz, Malebranche y, posteriormente, Kant. Su obra habría desaparecido, de no haber sido descubierta por los románticos de la primera mitad del XIX. Benedetto Croce llegó a decir de Vico que era "ni más ni menos que el siglo XIX en germen". Isaiah Berlin, por otra parte, sitúa a Vico a la cabeza del movimiento de la contra Ilustración. Según la visión de Berlin, los filósofos ilustrados franceses eran "racionalistas radicales que de manera dogmática sostenían que todas las verdades acerca del hombre y de la naturaleza eran universales, objetivas, atemporales y transparentes a la razón. Como movimiento, proponían doctrinas filosóficas y políticas esencialmente ahistóricas, que probaron ser —según Berlin— utópicas, inflexibles, deterministas, arrogantes, insensibles, homogenizadoras e intolerantes".

Lo interesante del análisis de Berlin es que el pensamiento posmoderno de nuestros días rechaza la visión de la verdad, de la ciencia, de la filosofía y de la racionalidad que tenían los filósofos ilustrados, lo cual ha hacho que algunos filósofos vuelvan de nuevo su atención hacia Vico, pues el filósofo napolitano también se oponía al racionalismo y al empirismo —aunque por distintas razones, como veremos.

La cultura latinoamericana, a mi parecer, está imbuida en la manera francesa y racionalista de entender la filosofía. Para ilustrar este punto, me gustaría referirme a una reciente publicación popular, la revista Muy interesante, que dedica su número 29 (2003) al tema de la filosofía. En esta revista podemos leer afirmaciones como las siguientes:

"La sabiduría es lucidez perfecta, conocimiento seguro de lo que de verdad importa".
"La herramienta con la que el filósofo trata de conquistar esa lucidez admirable es la razón. Entiéndase bien: la razón individual del propio filósofo".
"El filósofo no puede delegar en nadie. En particular, no puede apelar a la autoridad de una tradición o una ideología recibida".

"Se ha dicho que darse a la filosofía es incorporarse a la ya antigua tradición de los que han decidido vivir sin tradición".
"Los intereses de filósofo son tan ajenos a los del común de los mortales, su actitud ante la vida tan extravagante, que cabe recelar en él un prurito de originalidad, o acaso el resentimiento propio del inadaptado".

Esto es pensamiento moderno, ilustrado, racionalista, lo que equivale a decir passé. Ningún filósofo serio en la sostiene esta visión de la filosofía, que se nos hace un tanto cómica e ingenua. No sabemos aún qué forma tomará el pensamiento filosófico de la primera mitad del siglo XXI. Lo que sí podemos afirmar —creo yo— es que estará muy lejos de los ideales de la Ilustración racionalista.

Yo veo la reacción antimoderna y posmoderna como una gran oportunidad para reivindicar la concepción viquiana de la filosofía. Que no es sólo de Vico: es la de los antiguos romanos; es la de los pueblos latinos, antes del escolasticismo.

Sabemos que los romanos no fueron un pueblo que produjera muchos filósofos. Eran un pueblo práctico, entregado —en sus mejores tiempos— a la organización y al gobierno. Los romanos, al contrario de los griegos, no eran propensos al escepticismo; su forma de vida práctica los impulsaba a aferrarse a creencias firmes.

Vico preveía el peligro del escepticismo en la ciencia de su tiempo. Creí que el error del racionalismo de Descartes, o del empirismo de Locke (igual da) era el mismo que el de los estoicos y epicúreos: suponer que el camino a la sabidirúa estaba formado de verdades, cuando en realidad está constituido por certezas y orden.

Lo que pensaba Vico en esta materia puede sonar a los oídos modernos totalmente escandaloso y sin posibilidad de defensa, pero dado que el proyecto moderno tampoco puede ufanarse de mucho éxito, oigamos al menos lo que Vico tiene que decir.

Vico sostiene que fueron la autoridad y la superstición las que protegieron a los primitivos romanos del escepticismo de la filosofía griega, y les permitió construir primero una gran ciudad, y luego un gran imperio. Con otras palabras: la sociedad tiene siempre unos fundamentos irracionales, y si la ciencia política los desprecia o no los toma en cuenta comete un gran error. Es un error, para Vico, suponer que la civilización comienza cuando se desecha el mito. La vida humana, la sociedad y la civilización siempre necesitarán de mitos, aunque sea el mito de la ciencia y del progreso. Es preferible creer en mitos sabiendo que son mitos, a creer en ellos pensando que son verdades, porque cuando se descubre que no lo son (porque el conocimiento del hombre siempre será limitado, dada su naturaleza caída) sobreviene el escepticismo, el desengaño y la parálisis mental.

No es necesariamente cierto que un mundo de gente más educada, más racional y "científica" sea un mundo más feliz. Películas como Interiores de Woody Allen nos muestran lo terriblemente trágica que puede ser la vida de una familia que aparentemente lo tiene todo en la vida: dinero, educación, buena fama… Tampoco es necesariamente cierto, como pensaba Kant, que la función de la razón sea producir la buena voluntad. Se puede ser muy ilustrado y a la vez un monstruo, como muy bien lo ilustran los nazis. Parece ser —y éste era el punto de Vico— que la sociedad humana necesita algo más que la razón para funcionar bien. Necesita creencias, tradiciones, autoridad. Y el racionalismo devasta las creencias, las tradiciones y la autoridad. Las sociedades tradicionales están particularmente indefensas ante el racionalismo. Muy pronto se produce en ellas la rebelión de las masas: individuos de mentalidad "democrática" que piensan que su opinión vale tanto como la un sabio, simplemente porque es la suya. O que creen que tienen tanto poder como cualquier otro, simplemente porque su voto cuenta, numéricamente, tanto como el del Papa. Personas que se ufanan de desconocer la historia, el arte y la filosofía, porque en su autorizada opinión "no sirvan para nada". 

Con esa clase de idiotas bárbaros la civilización no puede sobrevivir. Ya lo decía Ortega:
"En las escuelas (...) no ha podido hacerse otra cosa que enseñar a las masas las técnicas de la vida moderna, pero no se ha logrado educarlas. Se les han dado instrumentos para vivir intensamente, pero no sensibilidad para los grandes deberes históricos; se les ha inculcado atropelladamente el orgullo y el poder de los medios modernos, pero no el espíritu. Por eso no quieren nada con el espíritu, y las nuevas generaciones se disponen a tomar el mando del mundo como si el mundo fuese un paraíso sin huellas antiguas, sin problemas tradicionales y complejos".

Vico también preveía el advenimiento de los idiotas salvajes, que serían como máquinas calculadoras perdidas en la vida, y situaba la causa de esa desviación en la educación moderna. El método moderno, en su ignorancia del alma y su prisa por el análisis produce estudiantes impacientes, irrespetuosos, abstraídos y desinteresados por los asuntos de la sociedad en la que vive. "Como consecuencia de esta negligencia —dice Vico— una noble e importante rama de estudio, la ciencia de la política, queda casi completamente abandonada y desatendida".

Uno de los grandes males de nuestra época es el desinterés de la juventud por la política, por los asuntos de la vida ordinaria de su comunidad. Cuando el modelo del hombre sabio y noble que presentan las películas de Hollywood es el profesor distraído, que sabe mucho de ecuaciones y de fórmulas, pero que vive completamente alejado de la política (que, por otra parte, se presenta como el reino del engaño, la perversión y la ambición desmedida), ¿cómo podemos esperar que los buenos se interesen por la vida de la re-pública, de la cosa pública? El bueno, hoy, es el que se aísla, el que se desentiende, y se dedica a pensar en cosas abstractas. Al científico se la perdona todo (su imprudencia, sus manías, su egoísmo), porque es "muy sabio". Una mente maravillosa es la que es capaz de resolver complejos problemas lógicos o matemáticos. Hemos pasado, casi sin darnos cuenta, de las vidas hermosas a las mentes hermosas (A Beautiful Mind). Por eso se quejaba Vico de que

"El mayor inconveniente de nuestros métodos de enseñanza es que prestamos excesiva atención a las ciencias naturales y muy poca a la ética (…). Debido a su entrenamiento en estos estudios, nuestros jóvenes son incapaces de involucrarse en la vida de la comunidad, de conducirse a sí mismos con suficiente sabiduría y prudencia, y tampoco saben infundir a sus palabras familiaridad con la psicología humana, o impregnar sus discursos de pasión. Cuando se trata de la conducta prudente en la vida, es bueno recordar que los eventos humanos están dominados por la fortuna y la elección, las cuales son sumamente volubles y están influidas por el disimulo. Como consecuencia, aquellos para quienes su única preocupación es el razonamiento abstracto tienen gran dificultad para alcanzar sus fines".

La filosofía moderna y la ciencia se presentan a sí mismas como liberadoras del hombre, pero en realidad lo hacen esclavo, ya sea de sus impías ambiciones (Bacon), o de un insano racionalismo (Descartes). Se dice que los antiguos subyugaron al hombre con el dogma y la superstición, pero en realidad fueron los auténticos liberadores de la razón humana.
Por muy reaccionaria que pueda parecer esta concepción, no pensemos que está lejos del pensamiento de otros filósofos, generalmente considerados como iconoclastas anti-tradicionalistas. Para muestra, dos citas de Nietzsche:

"Todo lo que hay en la tierra de libertad, de finura, de osadía, de flexibilidad; la maestría en el pensar, en el gobernar, en el perorar o persuadir y en el arte de las costumbres, se desarrolló precisamente a fuerza de 'tiranía' y de 'leyes arbitrarias', y hablando en serio, es harto probable que en esto consista la 'Naturaleza' y lo 'natural' más bien que en el dejad hacer. (...) Lo esencial, así en la tierra como en el cielo, es obedecer largo tiempo en una misma dirección, de lo cual resulta, por fin, algo que nos hace soportable la vida. (...) 'Tú debes obedecer a quien quiera que sea, y por largo tiempo; de otro modo perecerás y perderás toda estimación de ti mismo'. Este me parece ser el imperativo moral de la naturaleza".

"Toda filosofía no es otra cosa que la profesión de fe de quien la crea; una especie de 'memorias' involuntarias. El fin moral (o inmoral) constituye el verdadero nudo vital de toda filosofía, del cual sale después toda la planta".

La tradición es importante; la autoridad y la disciplina son necesarias; la objetividad pura es un mito. ¿Quién iba a decir que Vico y Nietzsche se iban a encontrar en los albores de la posmodernidad?
Por paradójico que parezca, la conciencia de la limitación de nuestra vida es social y moralmente sana. La ciencia y la técnica modernas han hecho creer al hombre que el progreso del bienestar no tiene límites, y que, por tanto, puede "abandonarse tranquilamente a sí mismo". Si para el hombre pre-moderno "vivir es sentirse limitado y, por lo mismo, tener que contar con lo que nos limita", para el moderno "vivir es no encontrar limitación alguna". Vivimos hoy, por tanto, en una cultura que ve la disciplina y la auto-limitación como un sinsentido, como algo negativo, propio de épocas que no habían desarrollado los medios para disfrutar de la vida. Pero tarde o temprano se descubre que la peor limitación es la que impone el propio capricho. La visión moderna produce hombres mimados.

"Mimar —dice Ortega— es no limitar los deseos, dar la impresión a un ser de que todo le está permitido y a nada está obligado. La criatura sometida a este régimen no tiene la experiencia de sus propios confines. A fuerza de evitarle toda presión en derredor, todo choque con otros seres, llega a creer efectivamente que sólo él existe, y se acostumbra a no contar con los demás, sobre todo a no contar con nadie superior a él".

¿Cómo puede subsistir una sociedad en la que sus miembros se acostumbren a no contar con los demás? Vico estaría de acuerdo con Ortega en que una sociedad sana es aquella en la que los hombres han aprendido "esta esencial disciplina: ‘Aquí concluyo yo y empieza otro que puede más que yo. En el mundo, por lo visto, ya dos: yo, y otro superior a mí’". No es servilismo reconocer que hay otro ser superior a mí; no es tener mentalidad de esclavos admitir que somos criaturas. Platón no se rebaja como ser humano, cuando escribe en Las Leyes que "es Dios quien es, para ti y para mí, la medida de todas las cosas".

El racionalismo lleva al hombre a no admitir otra medida de las cosas más que su propia razón, y de esa forma —sostiene Vico— cae en el error de desconocer sus límites. La ciencia moderna —cuya gestación Vico sitúa en los seguidores de Aristóteles— comete un grave error al confundir la certeza con la verdad. Verdad tiene Dios sobre la creación y la mente humana de sus productos (sobre todo, la matemática y la geometría). Certeza es lo que el hombre alcanza de las propiedades físicas de las cosas; pero propiedades físicas no es lo mismo que propiedades metafísicas, para Vico. Las propiedades metafísicas son como el modelo del escultor, mientras que las propiedades físicas son como la semilla de un árbol. Un modelo permanece sin cambio cuando el objeto se produce, mientras que una semilla pierde su forma en cuanto comienza a desarrollarse el árbol. "Vico no niega la existencia de estas formas físicas universales; simplemente sostiene que las formas metafísicas son previas a ellas". La ciencia moderna comete un gran error al hacernos creer que cuando conocemos las propiedades universales de las cosas (su forma física) estamos conociendo su verdad última. La tragedia del hombre moderno no es que no tenga acceso a la verdad metafísica, sino que crea que sí lo tiene. "Lo más que podemos esperar de las creencias es un tipo de conocimiento probabilística que depende en gran medida en la forma en que la ciencia opera". El único conocimiento verdadero al que el hombre tiene acceso es al que él mismo produce: el de las matemáticas y el de la geometría

"El hombre es como Dios cuando es matemático, no cuando contempla entidades que no puede esperar conocer, sino cuando sigue la guía divina y hace lo que quiere conocer con los elementos que tiene dentro de sí mismo".

Este punto de los límites del conocimiento es tan crucial para Vico que él no duda en ponerse en contra tanto de los escolásticos como de los cartesianos. Al creer que se puede llegar a la verdad divina a partir de conocimientos empíricos, los escolásticos piensan haber alcanzado un conocimiento metafísico de la naturaleza, lo cual es imposible. Transgreden los límites de lo humano desde arriba, por decirlo así. Los cartesianos proceden a la inversa, pues intentan comprender la relación entre lo humano y lo divino a partir de lo humano (transgreden los límites "desde abajo"). Pero su error es básicamente el mismo: "así como Aristóteles se equivocó al tratar la física metafísicamente por medio de potencias y virtudes infinitas, también Descartes se equivocó al tratar la metafísica físicamente, por medio de actos y formas finitas".

¿Significa esto, entonces, que el hombre no tiene ninguna forma de acceso a la verdad divina? ¿Está encerrando Vico al hombre dentro de los límites de su propia razón, sin ninguna posibilidad de trascendencia? Una cosa es clara: Vico parte del hecho de la caída original. Como consecuencia del pecado de Adán, el hombre ha perdido irrevocablemente la intimidad con Dios. La pregunta que él mismo se hace es si, a pesar de ello, el hombre puede participar al menos parcialmente en lo divino. La respuesta de Vico es que el hombre tiene una gran capacidad de regeneración a través de conatos, los cuales operan dentro del reino de la certeza al que Dios lo ha limitado.

El término tardo escolástico "conatus" había sido empleado por Hobbes en De Corpore y en On Human Nature. En esta última, traduce conatus por "endeavor", y algunos traductores de Hobbes al español han puesto "esfuerzo", cuando hubiera sido más claro, me parece, utilizar "conato". Por conato, Hobbes entendía la fuerza que hace que un cuerpo se mueva, aun cuando esté en reposo; es decir, es el origen interno de su propio movimiento. Para Vico —que se inspiró sobre esto más en Leibniz que en Hobbes— los conatos son como el enlace entre los dos mundos: el físico-humano y el metafísico-divino. Son creados por Dios en cada cuerpo como una semilla de eternidad y de verdad, por decirlo de alguna forma. Así como los puntos metafísicos de Leibniz son capaces de producir la extensión aunque ellos mismos no sean extensos, los conatos son las fuerzas que explican que, aunque Dios sea inmóvil, la naturaleza se mueva.

Los conatos explican también, para Vico, la posibilidad de la libre determinación de los seres humanos. Dios actúa en nosotros en el origen de nuestro movimiento hacia él y hacia la verdad, pero esto no nos quita la libertad, porque el movimiento —el conato— es nuestro, tanto como nuestro cuerpo. Ni determinismo físico hobbesiano, ni determinismo metafísico à la Malebranche, por tanto, sino libertad, como en San Agustín y la tradición cristiana. "Por nosotros mismos somos incapaces de elevarnos al verum que es Dios (…), pero Él ha bajado al reino de la certeza y, a través del conato, nos impulsa a hacia Él".

A la luz de la teoría de Vico de los conatos —mucho más compleja que este breve esbozo, por supuesto— percibimos por qué Vico era tan opuesto a la filosofía moderna: no tomaba en cuenta la naturaleza debilitada del hombre y, caía en el error en el que ya habían caído los epicúreos y los estoicos: hacer del hombre todas las cosas, o negar por completo su valor y sus capacidades. Al igual que estas dos antiguas escuelas de filosofía, el método moderno produce, tarde o temprano, escepticismo. "Una vez decepcionados por los pobres resultados del nuevo método, [los jóvenes] se apartarán de la vida pública, primero a un cierta soledad estoica, luego a un escepticismo sin esperanza. La huida moderna del certum termina en un escepticismo más desesperado que el de los antiguos, pues las defensas tradicionales del hombre —la religión, la autoridad, la retórica (…)— han sido barridas". Vico considera al escepticismo extremadamente peligroso. Al igual que Leibniz, ve en él "una revolución general que amenaza a Europa".

¿Cuáles eran los cargos que Vico levantaba contra el escepticismo moderno? ¿Quiénes eran los acusados? Los acusados eran los epicureístas Gassendi, Locke, Hobbes y Maquiavelo; el estoico Spinoza, y el pirronista Bayle. Aunque, como bien señala Lilla, de la lista anterior sólo Pierre Bayle aceptaría la acusación de ser escéptico, Vico tenía sus razones para acusar a los restantes de fomentar el escepticismo.

Los cargos o acusaciones que Vico hace a los modernos, de acuerdo a Lilla, se pueden dividir en dos grupos: los de tipo teológico y los de carácter político. Desde el punto de vista teológico, Vico sostiene que los escépticos niegan la providencia divina; que, aunque acepten la existencia de Dios, niegan que, de alguna manera, Él sea Señor de la historia. Al negar la providencia, los escépticos no tienen otra alternativa que tratar el mundo natural como el reino de la total casualidad, o bien como regido por la más absoluta necesidad. Esto conduce a tras errores teológicos: el epicúreo, el estoico y el pirrónico.

El error epicúreo consiste en creer que la casualidad y la fuerza rigen el mundo, y no la providencia y la justicia. Entre los modernos epicureístas están Maquiavelo y Hobbes. Los estoicos, en contraste, niegan que Dios establezca la relación de causalidad, o bien, ponen a Dios mismo bajo el poder de la necesidad. El panteísmo de Spinoza cae en esta categoría. Los pirrónicos, por último, niegan la presencia de Dios en el mundo (Pierre Bayle caería en este grupo, al sostener que pueden existir sociedades sin religión).

La segunda objeción teológica que Vico hace al escepticismo moderno se refiere a su materialismo. El escepticismo político trata al hombre pura y simplemente como un cuerpo.

Quien no comparta el punto de vista teológico de Vico podría alegar que esas objeciones no le conciernen. Eso está claro. Pero tal vez sí le llamen la atención las consecuencias políticas que de ellas se derivan: "una es que el materialista escéptico que niega la providencia se verá también forzado a negar la sociabilidad natural del hombre. Dado que la filosofía política moderna ve al hombre como impulsado por la pasión y no por Dios, a nadie debería sorprender que esa misma pasión lo lance a un mundo de terror hobbesiano que lo instruye en la astucia maquiavélica. Para el escéptico, ‘la sociedad’ es simplemente un producto del mundo, en el cual los individuos persiguen su propio beneficio (al que Vico llama utilitas). El hombre sin Dios o independiente de la razón no puede ser naturalmente un animal social".

Esta última acusación de Vico contra los escépticos bien puede ser llamada individualismo. Pero la crítica de Vico no termina aquí. Para Vico, la enseñanza más peligrosa de la filosofía política moderna es que no existen el derecho y la justicia en la naturaleza, sino sólo en la opinión. Esto equivale a hacer de la fuerza y la utilidad las fuerzas rectoras de la vida humana.

Dejando un tanto de lado las críticas de Vico a la ciencia y la filosofía política de su tiempo, intentaré hacer, ya para finalizar, una valoración del significado de Vico para nuestra cultura. En primer lugar, me parece que Guido Fassò acierta al afirmar que "la grandeza de la Ciencia Nueva está (…) en la intuición de que la verdadera realidad es la historia, y que lo individual, en lo que la historia consiste, no es menos verdad que lo universal". El gran error de la modernidad (y aquí incluyo la Ilustración, el racionalismo y el empirismo) consiste en querer encontrar la verdad del hombre en juicios universales y abstractos, y olvidarse del hombre concreto. Muchas décadas después de Vico, los escritores modernistas europeos como Joyce, Kafka, Mann, Musil y Conrad harían precisamente esa crítica a la modernidad filosófica. "El juicio racional —diría Conrad— es lo que derrota al hombre". 

Es decir, en su intento por encontrar una verdad racional y abstracta que lo salve, los modernos olvidan al hombre real y concreto, que es mucho más que razón pura y voluntad. El problema es que, como sabemos desde Aristóteles, de lo particular no se puede hacer ciencia. Pero tal vez aquí está la clave: que sobre el hombre no cabe hacer ciencia; todo intento de reducir al hombre a las categorías científicas estaría condenado al fracaso, porque sería inevitablemente una reducción. El hombre es siempre mucho más que cualquier ciencia sobre el hombre, porque el hombre es su hacedor.

El problema que Vico ve en el empirismo y en el racionalismo es, por tanto, el del reduccionismo. "Descartes (…) ha reducido todo el conocimiento «claro y distinto» a lo que la razón humana abarca mediante la deducción a partir de axiomas evidentes, dejando al margen de él las cosas probables y verosímiles (probabilia et verosimilia), es decir, las propiamente humanas; Hobbes, por su parte, ha sometido a idéntica reducción las acciones humanas, al sostener que éstas sólo pueden ser objeto de conocimiento científico en cuanto configuradas como artefactos construidos por el hombre (p. ej., el hombre y el Estado son considerados por esta concepción mecanicista como artefactos)". 

Consecuencia de esto es que se sacrifica, "en aras de en aras de una cierta exigencia metodológica (mas geometricus), a las cosas que dependen del arbitrio humano". Pero esas cosas que dependen del arbitrio humano (entiéndase, la moral y la política) no deben ser abordadas por la ratio, sino por la prudentia, que es el conocimiento de lo que conviene hacer en cada caso particular. Se equivocan, por tanto, Grocio y Pufendorf con su iusnaturalismo racionalista, al querer partir de una naturaleza humana pura (como decían Suárez y sus seguidores) para "deducir" los principios de la actuación humana correcta. La naturaleza humana pura no existe; sólo existen los hombres, sujetos de su historia.

A racionalismo y empirismo, por tanto, deberíamos contraponer humanismo, tal como Vico lo encarna. Si las dos tendencias modernas principales se caracterizan por el predominio del método y el consiguiente reduccionismo de la realidad humana, ¿cuál sería el aporte o el rasgo distintivo del humanismo, aquello que lo justificaría en el actual contexto? Me parece que Ernesto Grassi tiene la clave del problema. Francisco José Martín dice que para Grassi, "el problema central del humanismo no es el hombre, sino la cuestión del contexto originario, el horizonte o apertura en que comparecen el hombre y su mundo. Pero la cosa más sorprendente que descubre Grassi es que el pensamiento humanista no trata estos problemas mediante una confrontación lógico-especulativa con la metafísica tradicional, sino que lo lleva a cabo en términos de análisis e interpretaciones del lenguaje —y en modo del lenguaje poético".

 ¿Qué tienen que ver aquí el lenguaje, y en especial, el lenguaje poético? Para Grassi, continúa diciendo Martín, "el humanismo ya no se interroga por la relación lógica entre cosa y pensamiento, o por la verdad lógica de los enunciados filosóficos, sino por el histórico comparecer de la cosa en y por el lenguaje. El lenguaje filosófico no se entiende ya, con los humanistas, como lenguaje racional, sino como lenguaje en el cual y por el cual se produce un «esclarecimiento» (Lichtung)".

La discusión filosófica central, para el humanismo, no es "el problema de la verdad lógica como adecuación (adaequatio)", sino "el problema del «emerger» y del «aparecer»", de manera que "en vez del problema de la ratio y del método deductivo, el humanismo se cuestiona por la estructura del ingenium", el ingenio. Mediante el ingenio, cuyo principal producto es la metáfora y la imagen, "somos capaces de remediar incesantemente el desorden y el vacío significativo, creando los nuevos mundos exigidos por las múltiples necesidades o situaciones históricas". 

El lenguaje ingenioso (pongámoslo en nuestros términos: las novelas, las obras de teatro y el cine), tienen una importantísima "función cognoscitiva, retórica, literaria y moral. Descubriendo las relaciones de semejanza entre las cosas, el hombre ingenioso hace concepto agudo y sutil de aquella realidad nueva que no puede ser deducida racionalmente. En este sentido el lenguaje propio, la imagen y la metáfora no afloran de un pensamiento abstracto, sino que son el presupuesto inevitable de todo discurso que pretenda representar plásticamente el devenir del ser que nos envuelve".

En conclusión, me atrevo a decir que tenemos por delante un panorama muy prometedor para el humanismo. El antimodernismo de Vico puede convertirse, por ironía de la historia, en nuestro mejor representante en el círculo de los posmodernos.


Isaiah Berlin: Vico.
Stanford enciclopedia of Phylosophy: Vico

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